AUTOBIOGRAFÍA
Nacer, crecer, desarrollarse y morir, son los elementos que lleva una biografía. Cuando ésta se convierte en autobiografía regularmente se escribe hasta antes de morir, ya que los registros materiales no permiten ir más allá. Aunque el más allá es impreciso y como los textos de quien los escribe permanecen, tal vez nunca se hayan ido. Esa es una de mis razones para decir que Juan Rulfo no ha muerto, el escribió después de la muerte o tal vez era un engaño y era su alter ego quien hablaba.
¡Basta ya de elucubraciones!, dejemos a Juan Rulfo, porque no se trata de su autobiografía sino de la de Fabiola Rodríguez, quien ha decidido, después de tener al lector seguro de éste texto, leyendo sobre infancias, lugares comunes y labores escolares; durante tres semestres seguidos. Ha decidido, entonces, plasmar una rebanada de felicidad como Mario Benedetti la llamó en la tregua.
Decide escribir sobre un solo acontecimiento a manera de diario y escrito pensando en un interlocutor imaginario, a fin de que, a partir de un pedacito de vida, relatada con la mayor sinceridad y veracidad, el lector logre penetrar en los pensamientos, otra de las partes esenciales de la autobiografía, más allám de las fechas, los nombres y las circunstancias sucedidas en orden, el autor habla con el corazón, a fin de cuentas es su vida la que está plasmada en las letras.
LA 77
Quien dice que los números no tienen sentido más que para hacer cuentas, es porque no les prestan la atención suficiente, es decir, no escuchan lo que tienen por decir. Una secuencia de acontecimientos. Señales mientras caminas por las calles, el conteo de los días de la semana o la fecha de cumpleaños. Son números que dicen cosas constantemente pero como forman parte de la vida cotidiana ya sólo son rutina.
Una flor guardada para la posteridad en un libro de Mario Benedetti, es una señal, la separación de algún acontecimiento importante durante el relato del libro, la pausa de algún enamorado, o simplemente la muestra de sensibilidad de un ser humano frente a la naturaleza y los sentimientos por ella prodigado.
Precisamente en la 77 es donde aparece la marca que para cualquiera una flor aplastada y seca entre una hoja en blanco y el inicio de un capítulo puede representar sólo un estorbo, una valla que no permite leer las letras escritas en 1982 bajo el título de: “Primavera con una esquina rota”.
Éste número es para mi una señal, un augurio que el destino necesita que yo sepa y por medio de un detalle me lo hace saber, pero tengo que tener los ojos bien abiertos para saber cómo inicia el cuento y saber que no termina con la página 378 del libro sino que continúa con las palabras escritas en nuestra historia.
Digo nuestra porque es una historia compartida, un camino andado por dos pares de piernas que apenas comienza pero tiene muchas cosas por contar. Mi compañero de camino es Ernesto, primer destinatario de ésta historia y de éstas letras, y quien deberá continuarlas como cómplice de ésta locura.
Antes de que continúe con mi recitación sobre los caminos andados es necesario explicar la razón de dicha señal oculta en las páginas de un libro de orillas amarillas, hojas gastadas y letras repasados por un sin fin de corazones enamorados por más de dos décadas.
La historia entre Rolando y Graciela comienza a dibujarse, borrando así la presencia de Santiago, en medio de una batalla entre el encierro y la libertad, en medio de los cuales hay un amor que surge de las heridas y contusiones que refleja el pasado en un vistazo hacia atrás y que es la vida misma quien ha jugado esa treta y ha juntado a dos corazones solitarios con una necesidad de amor que se cubre con la cercanía mutua.
La 77 dibuja esos vuelcos que el destino ha dado, las letras que forman su nombre, Ernesto, son 7 al igual que las mías, Fabiola. Esa flor es un regalo, una forma que el destino nos quiso regalar, un fragmento de ese sentimiento natural, el amor, como la fragilidad de una flor, resguardada por el papel de las inclemencias del tiempo, con la intención de permanecer en el mismo sitio por siempre para contar historias, no igual a ésta, diferentes y ávidas en la interpretación de su lector, de aquella mente loca que desea imaginar algún mensaje para justificar su amor, injustificable e irracional por naturaleza, apto para el disfrute.
Cuando ese sentimiento se siente más allá del corazón y se justifica da seguridad, certeza y aumenta la necesidad de pensar en el otro, de repasar las formas de su humanidad y penetrar en los resquicios de su alma, con el afán de concretar la unión de dos individuos en uno sólo, respetando su unicidad, pero compartiendo los sentimientos del otro. Eso es lo que a mi me dice la 77, ¿qué te dice a ti?, en medio de esos puntos azulosos como estrellas y esa luz de Luna presente en todo el libro, desde la página 13 y después de tres meses, 20 días, 18 horas y 17 minutos: “no son demasiado tiempo para pensar en vos. Aprovecho para escribirte porque hay luna. Y la luna siempre me tranquiliza, es como un bálsamo. Además ilumina, así sea precariamente, el papel”
¡Basta ya de elucubraciones!, dejemos a Juan Rulfo, porque no se trata de su autobiografía sino de la de Fabiola Rodríguez, quien ha decidido, después de tener al lector seguro de éste texto, leyendo sobre infancias, lugares comunes y labores escolares; durante tres semestres seguidos. Ha decidido, entonces, plasmar una rebanada de felicidad como Mario Benedetti la llamó en la tregua.
Decide escribir sobre un solo acontecimiento a manera de diario y escrito pensando en un interlocutor imaginario, a fin de que, a partir de un pedacito de vida, relatada con la mayor sinceridad y veracidad, el lector logre penetrar en los pensamientos, otra de las partes esenciales de la autobiografía, más allám de las fechas, los nombres y las circunstancias sucedidas en orden, el autor habla con el corazón, a fin de cuentas es su vida la que está plasmada en las letras.
LA 77
Quien dice que los números no tienen sentido más que para hacer cuentas, es porque no les prestan la atención suficiente, es decir, no escuchan lo que tienen por decir. Una secuencia de acontecimientos. Señales mientras caminas por las calles, el conteo de los días de la semana o la fecha de cumpleaños. Son números que dicen cosas constantemente pero como forman parte de la vida cotidiana ya sólo son rutina.
Una flor guardada para la posteridad en un libro de Mario Benedetti, es una señal, la separación de algún acontecimiento importante durante el relato del libro, la pausa de algún enamorado, o simplemente la muestra de sensibilidad de un ser humano frente a la naturaleza y los sentimientos por ella prodigado.
Precisamente en la 77 es donde aparece la marca que para cualquiera una flor aplastada y seca entre una hoja en blanco y el inicio de un capítulo puede representar sólo un estorbo, una valla que no permite leer las letras escritas en 1982 bajo el título de: “Primavera con una esquina rota”.
Éste número es para mi una señal, un augurio que el destino necesita que yo sepa y por medio de un detalle me lo hace saber, pero tengo que tener los ojos bien abiertos para saber cómo inicia el cuento y saber que no termina con la página 378 del libro sino que continúa con las palabras escritas en nuestra historia.
Digo nuestra porque es una historia compartida, un camino andado por dos pares de piernas que apenas comienza pero tiene muchas cosas por contar. Mi compañero de camino es Ernesto, primer destinatario de ésta historia y de éstas letras, y quien deberá continuarlas como cómplice de ésta locura.
Antes de que continúe con mi recitación sobre los caminos andados es necesario explicar la razón de dicha señal oculta en las páginas de un libro de orillas amarillas, hojas gastadas y letras repasados por un sin fin de corazones enamorados por más de dos décadas.
La historia entre Rolando y Graciela comienza a dibujarse, borrando así la presencia de Santiago, en medio de una batalla entre el encierro y la libertad, en medio de los cuales hay un amor que surge de las heridas y contusiones que refleja el pasado en un vistazo hacia atrás y que es la vida misma quien ha jugado esa treta y ha juntado a dos corazones solitarios con una necesidad de amor que se cubre con la cercanía mutua.
La 77 dibuja esos vuelcos que el destino ha dado, las letras que forman su nombre, Ernesto, son 7 al igual que las mías, Fabiola. Esa flor es un regalo, una forma que el destino nos quiso regalar, un fragmento de ese sentimiento natural, el amor, como la fragilidad de una flor, resguardada por el papel de las inclemencias del tiempo, con la intención de permanecer en el mismo sitio por siempre para contar historias, no igual a ésta, diferentes y ávidas en la interpretación de su lector, de aquella mente loca que desea imaginar algún mensaje para justificar su amor, injustificable e irracional por naturaleza, apto para el disfrute.
Cuando ese sentimiento se siente más allá del corazón y se justifica da seguridad, certeza y aumenta la necesidad de pensar en el otro, de repasar las formas de su humanidad y penetrar en los resquicios de su alma, con el afán de concretar la unión de dos individuos en uno sólo, respetando su unicidad, pero compartiendo los sentimientos del otro. Eso es lo que a mi me dice la 77, ¿qué te dice a ti?, en medio de esos puntos azulosos como estrellas y esa luz de Luna presente en todo el libro, desde la página 13 y después de tres meses, 20 días, 18 horas y 17 minutos: “no son demasiado tiempo para pensar en vos. Aprovecho para escribirte porque hay luna. Y la luna siempre me tranquiliza, es como un bálsamo. Además ilumina, así sea precariamente, el papel”
4 Comments:
Hola, Fabiola. ¿Cómo estás? Ojalá que muy bien. Te envié de nuevo el mail con la dichosa convocatoria para el diseño de una página web sobre divulgación científica; ¿pudiste verla? En fin, sólo quería comentarte que hoy lunes vi tu nota acerca de La Oreja de Van Gogh que salió en el periódico de ayer domingo. ¡Muchas felicidades!
Hola, Fabiola:
¿Cómo tas? Ojalá que muy bien. He visto que últimamente te han estado publicando mucho en el periódico y, como no he podido verte para felicitarte en persona y los correos que te envío sufren la mala suerte de no llegar, aprovecho este medio para decirte que me alegro mucho por ti; espero que esa tendencia siga así, y a pesar de que Espectáculos pudiera no ser tu "ideal" de trabajo, quién sabe, puede que en el futuro se empiecen a abrir las puertas de algo mucho mejor.
Ya me voy. Cuídate y mucha suerte.
Mau
hola me llamo eduardo tal vez esto no te interese tanto pero creo que fuiste mi compañera de primaria en la escuela de monjas, la verdad es que si eres tu pues resultaria muy interesant6e platicar contigo, si te sirve de referencia pues soy el hijo en aquel entonces de la maestra francis ok? saludos
perdon mi mail es eduardo.magos@hotmail.com
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